LOS
FANTASMAS EN EL HOSPITAL DE CLÍNICAS DE LA PAZ.
"La proximidad del Hospital del Tórax a
la morgue es su avatar y su sello. Irrelevante para la mayoría del personal de
los turnos de la tarde y la mañana, pero no para quienes trabajan en horas
nocturnas, especialmente enfermeras.
Una de ellas, Wilma Huañapaco, encargada de la
sala de Terapia Intensiva en el primer piso del edificio, jamás olvidará lo
sucedido el sábado 4 de agosto.
Cinco minutos antes de las dos de la mañana de
ese día, Huañapaco transcribía, como cada noche, el reporte del estado de los
pacientes, cuya situación delicada no consiente equivocación alguna.
Enseguida, una pesadez repentina invadió el
ambiente y el cuerpo de la enfermera quedó paralizado. Ni brazos ni piernas, ni
siquiera sus párpados respondían. La desesperación la llevó a realizar un
esfuerzo mayor hasta poder voltearse. En ese momento vio a un hombre alto,
contorneado por un aura de un verde oliváceo y sin cabeza. Aunque la figura
desapareció en el instante, la sensación de inmovilidad permaneció por algunos
segundos más.
“Lo único que sabía era que estaba despierta”,
relataría más tarde a sus compañeras, algunas aún incrédulas ante la
experiencia de Huañapaco, para quien las apariciones son, después de todo,
normales, ya que dice tener contacto con este tipo de fenómenos desde niña.
Pero esta enfermera no es la única que ve
apariciones en el Hospital del Tórax, ni esta forma decapitada la primera vez
que se presenta.
De hecho, por los pasillos aún se cuenta la
historia de un hombre que cada noche pasea por los jardines próximos al
hospital rumbo a la morgue. Aunque algunos lo han bautizado con el nombre del
Jinete sin Cabeza, no tiene ninguna relación con el relato de Washington
Irving.
Tan fuerte es la presencia de este hombre sin
rostro, como la de una madre cargada de su niño que ha puesto los pelos de
punta a más de una enfermera en la sección conocida como Pensionados, en el
segundo piso del hospital, que es donde están internados los pacientes
pudientes y donde hasta hace algunos años se trasladaba a las personas en
estado delicado.
“Aparece en completo silencio, visita algunas
salas, se detiene frente a alguna persona en particular, la observa y luego
desaparece”, es el relato coincidente de quienes han vivido en carne propia la
presencia de la llamada Mamá de los Pensionados.
A unos pasos del Tórax está el Hospital de
Clínicas, también conocido como General, el más antiguo del complejo de
Miraflores y también de la ciudad de La Paz.
Por sus largos pasillos pasaron miles de
personas, entre médicos, enfermeras y pacientes, algunos de cuyos espíritus se
niegan a dejar el lugar. De esto da constancia don Eloy Ticona, portero del
nosocomio y quien cada noche, durante 25 años, recorre de punta a punta la
vieja estructura.
Una noche de un año que don Eloy no recuerda,
la figura de una mujer de talla alta y porte fino apareció en el jardín. “¿Doña
Mercedes?”, preguntó don Eloy esperando encontrar una respuesta de la delgada
dama a quien confundió con una enfermera que trabajaba en ese entonces.
En ese instante, la misteriosa mujer salió del
jardín, tomó el pasillo y se alejó a paso lento en dirección hacia una sala
donde descansaban algunos pacientes. El animoso portero la siguió e ingresó a
la habitación casi por detrás de la mujer, pero no encontró nada, lo que fue
corroborado por un paciente que estaba despierto y no vio ingresar a nadie.
Desde entonces, muchas de estas apariciones
han inquietado las noches de don Eloy, quien, sin embargo, ha dejado de lado su
miedo para dar paso a la curiosidad. Son innumerables las oportunidades en que
la dama de negro ha reaparecido y algunos ya la conocen como la Viuda del
General.
Los funcionarios más antiguos de éstos y otros
hospitales aseguran que estas apariciones son ánimas de personas que murieron
dejando algo pendiente.
Tal el caso de la figura de una enfermera de
capa azul que ha hecho de las rampas del Hospital del Niño su lugar preferido
de paseo nocturno.
Quienes la han visto aseguran que es el
espíritu de una antigua funcionaria del nosocomio, a la que su aprecio y
dedicación por los niños aún la mantiene junto a ellos. Al respecto, algunos
personeros aseguran que los infantes tampoco han olvidado a su enfermera
preferida.
Una de estas personas es la actual jefa del
servicio de Neonatología, Teresa Aguilar, quien en sus 20 años de trabajo en
este nosocomio jamás había vivido una experiencia como la de hace cuatro años.
Fue una noche en la que el paseo rutinario de
visita por las salas fue interrumpido por unas escurridizas risas de niños un
piso más arriba. Creyendo que un grupo de sus pequeños pacientes había decidido
iniciar una ronda de juegos en plena oscuridad, subió en silencio intentado
sorprenderlos.
Mientras más se acercaba más fuertes eran las
risas. Sin pensarlo dos veces y a dos gradas del piso indicado espetó un grito,
pero no había nadie.
Un frío intenso le estremeció de los pies a la
cabeza y la sensación de inmovilidad se apoderó de su cuerpo por algunos
segundos. “Estoy loca”, se dijo a sí misma como convenciéndose de no haber
escuchado las multitudinarias voces. La incertidumbre terminó al día siguiente
cuando la portera le pidió, en tono de reclamo, que controle a sus niños porque
habían reído toda la noche.
Aunque no son muchas las personas que hoy en
día dicen oír voces y risas de niños en el hospital, los funcionarios aseguran
que sus pequeños visitantes rondan todo el día por las salas.
La encargada de Farmacia del turno de la tarde
no se explica por qué algunas de las cajas de los medicamentos aparecen
desordenadas siempre que deja el lugar por algún tiempo."
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